lunes, 23 de enero de 2012

PEPO

El caso es que necesitaba escribir este post. Que sí, que ya dije que estaba muy liado, y que necesitaba concentrar mi atención en una movida bien gorda, pero me vais a permitir que diga lo que tengo que decir, entre otras cosas porque si no, reviento. Y no está bien, eso. Así que voy.

El viernes 13 de enero tuve el privilegio de asistir a la defensa de la tesis doctoral de Pepo Pérez en la Facultad de Bellas Artes de Málaga. El propio doctor lo cuenta aquí. Más allá de asistir a la culminación de un trabajo serio, concienzudo, riguroso y brillante, mi sensación era que estaba presenciando un momento que iba a quedar grabado en la historia. De la pequeña, de la mía y de la de mis amigos; pero también de la grande, de la historia del cómic, un paso más, bien dado, bien largo y bien fuerte. Y es que hay que leer el trabajo de Pepo. Yo lo he hecho. Apabullante, descomunal. Es tanto lo que se dice, y tan bien razonado y, sobre todo, explicado, que entran ganas de aplaudir. Si pensáis que exagero, os equivocáis. Y deseo fervientemente que pronto tengáis la oportunidad de leerla, o de leer alguno de esos libros de los que hablaba él mismo en la entrada que os he enlazado antes para que lo comprobéis vosotros.

Sí, Pepo es amigo mío. Cosa que para mí es un un honor y un orgullo, pero no sólo porque sea un dibujante cada vez más completo y elegante, ni porque sea una de las cabezas pensantes más privilegiadas de la escena (internacional) del cómic. También lo es porque es una de las personas más bondadosas, generosas y maravillosamente especiales que conozco. 

Un beso gordo, doctor. Te mereces absolutamente todo lo bueno que te pase.