Hablo de él, hoy, porque me lo he cruzado por la calle. Os lo juro. Iba para mi curro, tranquilo y tal, y de repente pum.
La virilidad.
Pascal Brutal. Clavado. Un tipo enorme. Misma perilla, mismos ojitos, misma narizota. Igualito, socios. En carne y hueso.
Le dejé atrás y seguí caminando. Pensé entonces inevitablemente en el tebeo más divertido de los últimos años. En Pascal follando con jugadores de rugby y con macizas bretonas, en Pascal rapeando, vacilando en su moto, fumando un canuto, sonriendo a la vida y repartiendo hostias o abrazos según tocara.
Pensé, claro, en Riad Sattouf, su dibujante, un tipo con un talento tan grande como las manos de Pascal, que en este momento es quizás el mejor escritor de tebeos que tienen allá arriba los vecinos.
Y pensé en el resto de tebeos que me he leído de Sattouf, en esos jóvenes secretos y esos desprepucios, y en lo mucho que me río y lo bien que me lo paso con sus cosas.
Y así, pensando, llegué a mi oficina, me senté y no pude concentrarme.
Ahh, Pascal.
Cómo olvidarte.
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